Terapia para adolescentes

El principal objetivo de la terapia juvenil es ayudarles a desarrollar y construir una autoestima sana, mejorar su inteligencia emocional para relacionarse mejor con los demás y consigo mismo y en muchas ocasiones ayudarles a entender, aceptar y gestionar los profundos cambios que se dan en esta etapa.

Tanto si son los padres los que detectan algún tipo de dificultad emocional o de conducta en sus hijos, como si son los propios chavales los que demandan ayuda, es muy importante consultar con el psicólogo lo antes posible, ya que en esta etapa aún son muy permeables y plásticos al cambio y se puede evitar que los problemas se cronifiquen.

Además, hay que tener en cuenta las siguientes consideraciones. Por un lado, en el proceso de terapia no es infrecuente entrevistarse con personas que conozcan bien al paciente para completar información (pareja, amigo, padres, hijos…). Por el otro, en el caso de los menores de 16 años, los padres o tutores legales tienen derecho a saber cuáles son las dificultades de sus hijos y la evolución que están haciendo en terapia. Sin embargo, los chavales pueden ser muy reacios a que sus padres sepan lo que cuentan en terapia o vengan a hablar sobre ellos. La relación de confianza entre ellos y yo se puede romper, el chaval se cerrará en banda y la terapia servirá de poco o nada (eso si continúa). Por eso, a menos que la información que se maneje sea extremadamente delicada (por ejemplo, constitutiva de delito o de grave daño para alguien), siempre voy a intentar encontrar el punto de equilibrio entre el derecho de los chicos a preservar su intimidad y el derecho de los padres a estar informados sobre su salud mental.

Otro aspecto legal importante a tener en cuenta es que, en el caso de atender a menores de 16 años, los padres o tutores legales deben dar su consentimiento expreso por escrito. 

Además de los problemas generales ya mencionados al hablar de la terapia individual, hay algunas dificultades que son más específicas o típicas de esta edad:

  • Irritabilidad, enfado o ira excesiva
  • Tristeza, apatía o desmotivación generalizada
  • Inseguridad y confusión vital
  • Dificultades de adaptación a los cambios físicos, cognitivos y emocionales propios de la etapa
  • Distorsiones de la imagen corporal
  • Confusión en la identidad y orientación sexual
  • Absentismo escolar y desmotivación por los estudios
  • Dificultades de relación entre iguales y para gestionar la presión social
  • Conductas desafiantes con la autoridad (padres, maestros..)
  • Conductas de riesgo (drogas, sexo, búsqueda de sensaciones…)
  • Violencia filioparental