La pasión es una emoción crónica
T. Armand Ribot

Así es como entiendo yo la psicología, de forma apasionada. Y no sé hacerlo de otra forma. Te aseguro que me voy a dejar el alma en intentar ayudarte. Pero no puedo hacerlo sola. Ambos tenemos que trabajar juntos para conseguirlo.

Hay diferentes escuelas o corrientes psicológicas, lo que se traduce en maneras diferentes de hacer psicoterapia. En mi caso, me defino como una terapeuta integradora, especializada en el abordaje del trauma y voy a tratar de explicarte qué significa eso.

Para empezar, quiere decir que no trabajo desde una única escuela, sino que utilizo técnicas y recursos de diferentes corrientes (siempre que hayan sido avaladas por la evidencia científica), en función de lo que considere que tú necesitas en cada momento. Dentro de eso, me baso principalmente en dos modelos. 

Por un lado, en el paradigma cognitivo-conductual, que entiende que lo que nos produce el malestar no son las cosas que nos pasan en la vida o dentro de nuestro ser, sino cómo vive cada uno de nosotros esas cosas, el significado que les damos. Te lo voy a explicar mejor con un ejemplo. Uno puede estar en el tren o el metro y que le venga el pensamiento “Hay mucha gente. Si me encontrara mal, sería muy difícil salir”. Habrá personas que inmediatamente descartarán ese pensamiento sin darle más importancia, pero otras se quedarán preocupadas y sentirán ansiedad, pensando que en una situación límite, como un infarto por ejemplo, podría peligrar incluso su vida.

Además, la orientación cognitivo-conductual postula que la conducta humana (y animal) se rige por un sistema de refuerzos que la mantienen o la hacen desaparecer. Es decir, que las personas tendemos a repetir o no un comportamiento en función de las consecuencias que tiene para nosotros. Por ejemplo, las personas que se han quedado muy preocupadas por la posibilidad de que les pase algo malo y no puedan escapar o recibir ayuda, probablemente experimentarán ansiedad cada vez que tengan que subir al metro, al tren, al autobús… y, de forma lógica, es probable que empiecen a evitar usarlos. Al hacerlo, observarán que su ansiedad se reduce, por lo que no utilizar el transporte público será una conducta que se repetirá, desarrollando un mecanismo de defensa, la evitación, que puede perpetuar el problema.

Y ¿qué explica que unas personas den un significado a las cosas y no otro? ¿O que algo sea reforzante para unas y no para otras personas? Pues de su “mochila”, es decir, de lo que cada uno lleva consigo: su predisposición biológica, su herencia genética, su sistema de creencias y valores, sus rasgos de personalidad, la educación que ha recibido, su conjunto de experiencias, su historia de aprendizaje (refuerzos), etc. 

Y aquí es donde entra el otro modelo con el que trabajo en gran medida, la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (EMDR)Porque a lo largo de mi carrera profesional cada vez constato más que los problemas que presentamos las personas en el presente son, aunque a simple vista no lo parezca, el resultado de la activación de traumas del pasado, cosas que no hemos podido superar y, spoiler, todos tenemos. Siguiendo con el ejemplo anterior, será más probable que una persona tenga ese tipo de pensamientos y se quede preocupada por ellos si en su historia hay experiencias en las que se ha sentido amenazada o en peligro que no ha podido procesar adecuadamente. De manera que la terapia EMDR persigue identificar y cerrar esas heridas del pasado que explican los síntomas actuales, utilizando para ello nuestro sistema cerebral de procesamiento de la información.

Así que lo primero que hay que hacer es averiguar el contenido de esa mochila, de ese conjunto de elementos, único para cada persona, que determina cómo pensamos, sentimos y actuamos, para identificar lo que está mal guardado o pesa demasiado. Para saber qué cosas no queda más remedio que aceptar y aprender a vivir con ellas y cuáles otras podemos cambiar, cerrar y mejorar, y ponernos manos a la obra para conseguirlo. 

Y lo haremos juntos. En equipo. En mi consulta, el paciente y la relación que establezcamos entre nosotros son una pieza clave del proceso y el éxito del tratamiento. Necesito que te comprometas, que tengas confianza en mí y en las técnicas o ejercicios que te proponga y que los lleves a cabo. El nivel de colaboración que exige no siempre es fácil, porque comporta esfuerzo (dejar de hacer lo que siempre has hecho, salir de tu zona de confort, trabajo entre sesiones, compromiso, …) y cierto sufrimiento (incertidumbre, dudas, remover cosas dolorosas, descubrir cosas de ti que no te gustan…), ambos necesarios para el cambio. Pero la recompensa… ¡es el top!

Por mi parte el compromiso es máximo. Procuro adaptarme a lo que tú necesitas, acompañarte en todo momento, estar constantemente actualizada en los avances científicos en el campo de la psicología y mantener la mente abierta y flexible. Además, cuando es oportuno, me mantengo en contacto y coordinación con otros profesionales (psiquiatras, médicos de cabecera, trabajadores sociales, profesores, etc.) que puedan estar trabajando contigo o a los que sea necesario derivarte.

En definitiva, trabajo desde una perspectiva holística e integradora, para llevar a cabo una psicoterapia que pretende que cada paciente (re)descubra y ponga en marcha sus propias soluciones, así como enseñarle nuevas estrategias de afrontamiento de los problemas y dificultades que tiene en su contexto particular. La combinación de técnicas y estrategias será individualizada y diferente en cada caso, porque la psicoterapia es un tratamiento único e intransferible, hecho a medida para cada persona en función de sus necesidades.